Estados Unidos votará en las elecciones europeas. En realidad, la superpotencia estadounidense vota habitualmente en las elecciones europeas y en las de todos los países de la Unión Europea. Pero, en estos tiempos acelerados, ya se ha adelantado la doble intervención de Washington/Mar-a-Lago -incluso previamente preelectoral- en las recién celebradas elecciones portuguesas.
Corrupción para una dimisión
Como titulamos el artículo a raíz de la dimisión de António Costa y la convocatoria de elecciones, ‘nada de esto fue un error’. Y valoramos que con el empujón -que no caída- al gobierno portugués -el único que gobernaba con mayoría absoluta- se buscaba potenciar la extrema derecha trumpista en Europa. Una desinflada acusación de corrupción en lo que era tan “obvio” se desmoronó. Y lo único obvio fueron los hechos consumados. La dimisión tumbó al gobierno socialista y se anunciaron las elecciones anticipadas recién celebradas.
Lo que se califica con la palabra inglesa lawfare -la utilización de la judicatura y la policía con objetivos políticos inmediatos- parece aplicable a este caso de corrupta acusación de corrupción -que se ha revelado tan chapucero- cuyo verdadero objetivo -conociendo a Antonio Costa- era obligarle a dimitir. Parece que los votos de Trump han crecido. Objetivo conseguido.
El esquizofrénico dominio estadounidense
Las dos fracciones de la clase dominante estadounidense, en última instancia, defienden los mismos intereses fundamentales. Las dos líneas persiguen mantener a toda costa la hegemonía norteamericana. Las dos tienen como objetivo principal la contención del ascenso de China. Y las dos explotan y oprimen a los pueblos del mundo, perpetrando un sinfín de agresiones. Sin embargo, ambas líneas difieren seriamente en las decisiones para defender la hegemonía de EEUU.
Cuanto más avanza el ocaso imperial, cuanto más crece el ascenso de las potencias emergentes -BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)- y la lucha de los países y pueblos del mundo, y sin que ninguna de las dos líneas sea capaz de impedirlo, más se agudiza la honda división en la burguesía monopolista estadounidense.
La constante intervención política -al servicio del dominio económico y control militar que une a las dos líneas- del “amigo americano” en los “países aliados europeos” se aceleran de manera esquizofrénica. Bush contra Clinton; Obama contra Bush. Y ahora con Trump contra Biden, el choque está alcanzado cotas nunca vistas. Y se traslada a su intervención en Europa. Y las dos fracciones ejercen el voto. Porque ambas líneas practican la intromisión en toda la Unión Europea y el enfrentamiento entre ellas es, también en tierras europeas, cada vez más antagónico.
Los votos europeos de Biden y Trump
Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina ambas intervenciones se están intensificando. La descarga sobre Europa, del retroceso económico de EEUU a nivel mundial, va a elevarse dolorosamente, y las sumisas clases dominantes europeas -encabezadas por la burguesía monopolista alemana, cuya economía está en recesión- van a empobrecer a sus pueblos mediante la inflación, las tasas de interés, los recortes sociales y las medidas fiscales.
Trump vota política y económicamente a las fuerzas de ultraderecha, y a la derecha partidaria de formar gobiernos con la ultraderecha. Biden vota por la izquierda sumisa en lo fundamental y por la derecha partidaria de acuerdos con la izquierda sumisa, que impida el crecimiento y la influencia del viento popular que exige la redistribución de la riqueza y la autonomía europea frente al dominio de la superpotencia estadounidense.
Redistribuir la riqueza ante el ascenso ultraderechista
Frente al saqueo y ante el ascenso ultraderechista, hay que redistribuir la riqueza. Y redistribuir la riqueza no es dar algunas ayudas sociales, a costa de hipotecar el país aumentando la deuda pública. Redistribuir la riqueza es recortar las inmensas ganancias de los bancos, grandes oligopolios y fondos extranjeros para invertirlos en reindustrializar el país y elevar las condiciones de vida de la mayoría.
Redistribuir la riqueza es que no haya ningún salario por debajo de 1.300 euros y hay que topar los salarios, ninguno por encima de 13.000 euros. Hay que redistribuir la riqueza creando una banca pública para dar crédito en buenas condiciones a pymes y autónomos y apoyar a nuestro campo, a los agricultores y ganaderos que claman al cielo; para revertir los recortes y aumentar la inversión en sanidad, educación, dependencia y cultura. Y para crear un gran parque público de vivienda frente a los fondos buitre.
Redistribuir la riqueza y defender la soberanía nacional
Redistribuir la riqueza y defender la soberanía nacional son dos patas inseparables. Cada medida de redistribución de la riqueza -por pequeña que sea- exige un paso adelante en la conquista de más soberanía nacional -aunque sea en pequeña medida- ya que están íntimamente unidas.
Hace falta una España soberana en una Europa entre iguales, independiente de Estados Unidos y de las imposiciones alemanas. Las elecciones europeas no están al margen de nuestros problemas diarios, es en Bruselas donde se toman muchas de las decisiones políticas y económicas para ejecutar el saqueo, como lo vivimos en 2010 con los recortes y ahora con el Euribor.
Por eso, hay que ir a Bruselas para decir que no aceptamos “ni un recorte más” y que tampoco aceptamos el papel de “Florida Europea”, de gran parador de turismo, que nos adjudicaron hace unas décadas y que hoy se traduce en desindustrialización, en el encarecimiento de la vivienda, en que nuestras ciudades son sólo un “parque temático”, y en que España sea el país de Europa con mayor paro juvenil. Hace falta otra España que pueda desplegar todo el potencial productivo, profesional e histórico, y que pueda aportar al mundo riqueza económica, humana y cultural.
“Y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.